Revista Portfolio - Junio/Julio 2008
Y finalmente la alegría llegó a la mesa brasileña. Brasil obtuvo el tan ansiado grado de inversión que lo coloca como el cuarto país de América latina en lograr tal galardón. Standard & Poor's calificó a las emisiones de títulos de Brasil en moneda extranjera como “BBB- estable”. Ahora, sólo Chile (A+ estable) y México (BBB+ estable) lucen mejor que Brasil en la región en inversiones en moneda extranjera a largo plazo.
El presidente brasileño Luiz Inácio “Lula” Da Silva dijo que “Brasil pasó a ser considerado un país serio, que tiene políticas serias”, y agregó: “No sé ni decir correctamente la palabra 'investment grade'. Pero, si la fuésemos a traducir a un lenguaje que todos los brasileños entiendan, se puede decir que Brasil fue declarado un país serio, con políticas serias, y que cuida de sus finanzas con seriedad”.
En su comunicado, S&P dijo que también elevó las otras notas a Brasil, en moneda local y a corto plazo. Ellas, indicó la empresa calificadora, “reflejan la madurez de las instituciones de Brasil, así como su marco de políticas, que se evidenció con la reducción de las cargas fiscal y de deuda externa, y con la mejor tendencia de sus perspectivas de crecimiento”.
Agregó que “si bien la deuda neta del gobierno sigue siendo mayor que la de muchos de sus pares en el rango de calificaciones BBB, se ve atenuado por una trayectoria ya bastante predecible de pragmatismo en la implementación de política fiscales y de manejo de la deuda”.
¿Cuáles son las claves del éxito brasileño? La transición política en 2002, que aceptó una política monetaria y fiscal coherente, razonable y amistosa con el mercado fue importante. Brasil tenía inflación alta y la llevó a niveles internacionales, mejoró la estructura de deuda e incrementó los indicadores de liquidez. Las reservas del Central (US$ 195 mil millones) son elevadas en comparación a la deuda, con lo cual la capacidad de pago es inmensa.
En gran medida, la suba de calificación se debió al accionar del Banco Central de Brasil y a su política antiinflacionaria. Hace unas semanas subió la tasa Selic en 50 puntos básicos hasta 11,75% para controlar la inflación. Brasil, con una tasa de inflación rondando el 4,7% (levemente por encima de la meta del Central) no permite que se escapen los precios. Henrique Meirelles, titular de la autoridad monetaria brasileña, no titubeó en subir la tasa, si bien los empresarios de San Pablo criticaron la medida. “Ellos saben que con ciertas cosas no se juega y Brasil tiene su historial inflacionario. Por eso ante cualquier rebrote, aunque sea ínfimo, salen a actuar”, señaló un analista de un banco de inversión.
El economista del Banco Santander, Mauricio Molan, sostuvo que el grado inversor “coronó la mejora de los fundamentos y de la estructura económica del país a lo largo de los últimos años”.
La economía ha crecido a una tasa promedio de 4,5% desde 2004, la mayor subida en 20 años. Si se compara este crecimiento con el de Rusia, India y China (los otros tres países que el banco de inversión Goldman Sachs agrupó hace seis años bajo la sigla BIRC) parece pobre. Pero, según la revista The Economist, Brasil posee algunas ventajas frentes a las otras tres naciones. En primer lugar, la división entre el campo y la ciudad, que no es tan amenazante como en India o China. En segundo lugar, Brasil está gobernado por una democracia pluripartidaria con libertad de expresión, lo que ayuda a negociar los cambios sociales, cosa que no sucede ni en Rusia ni en China. Y, en tercer lugar, Brasil no exhibe el nacionalismo exacerbado que se reina en los otros tres países del grupo.
Todos los analistas coinciden en que Brasil ha lidiado bien con problemas que se arrastraban desde 1980: la inflación, la deuda y la democracia. También ha atacado, en los últimos dos años, problemas sociales. De acuerdo a una investigación reciente de Observador Brasil/Ipsos, 23 millones de brasileños dejaron la clases socials D y E y pasaron a la clase C; el empleo formal ha crecido, como así también los salarios.
Ello, combinado con el plan “Bolsa Familia” han reducido la inequidad, el síntoma más persistente del fracaso brasileño. El hecho de que Brasil esté mejorando la distribución de su ingreso es visto como bueno para el florecimiento de un capitalismo más sano.
Crecimiento eterno
En el gobierno brasileño muchos sostienen la idea de que la economía está destinada a crecer a las tasas actuales durante los próximos 15 o 20 años, independientemente de lo que suceda en el resto del mundo. Pero, la mayoría de los analistas independientes no ve el futuro de esa manera. Para Marcello Carvalho, economista de Morgan Stanley, se podría decir, incluso, que Brasil es un fracaso. Entre 2004 y 2007 el precio de los bienes que exporta Brasil subió a un promedio un 11,5% anual. Aún así, la economía creció menos que la economía mundial, menos que el resto de América Latina y menos que Europa Oriental. Para Carvalho, a medida que empiecen a aparecer nubarrones, el crecimiento brasileño bajará a 3% anual, lo que colocaría al país de nuevo en la categoría de “eterna desilusión”.
Entre 1988 y 2007, el PBI real creció a una tasa anual de 2,5%, mientras que los impuestos como porcentaje del PBI vieron un alza de 4,8%. A su vez, la carga tributaria per cápita ascendió al 3,3%.
El sistema tributario brasileño se caracteriza por un número elevado de tributos (alrededor de 54, de los cuales 17 son impuestos), numerosos tipos de gravámenes y una diversidad de exenciones y deducciones, reducciones de bases líquidas, que se reflejan en una compleja legislación tributaria. Son diversas las obligaciones accesorias y frecuentes los litigios judiciales en el ámbito tributario.
Su complejidad acaba exigiendo la instalación de grandes estructuras enfocadas al cumplimiento de las obligaciones tributarias e incluso propiciando la ingeniería tributaria. Un estudio llevado a cabo el año pasado por el Banco Mundial reveló que una compañía brasileña tarda 2.600 horas en cumplir cabalmente con las exigencias del sistema tributario, cuando en países más burocráticos como India, esto no demora más que 271 horas. Más de la mitad del “tiempo tributario” de Brasil se invierte en la administración del impuesto directo al consumo (ICMS). En resumen, al costo económico del cumplimiento de las obligaciones tributarias hay que sumar el costo administrativo que conlleva dicho cumplimiento.
Se calcula que la carga tributaria en Brasil es superior al 30% del PIB, carga que no corre pareja a la calidad de los servicios públicos. También hay que destacar que la carga fiscal repercute sólo en una pequeña parte de la economía, conocida como “economía formal” y muy especialmente en el sector industrial. Una parte significativa de la economía brasileña está en una situación de “sumergida” y, por consiguiente, fuera del control del fisco.
Otro aspecto negativo del sistema tributario brasileño es la existencia de impuestos indirectos “en cascada”, es decir, impuestos que inciden acumulativamente en todas las etapas de la actividad económica, con el correspondiente detrimento a la competitividad de las empresas brasileñas. La sustitución del ICMS por un impuesto indirecto homologable al IVA europeo es una reivindicación de las asociaciones empresariales brasileñas.
La complejidad del sistema tributario no es casualidad. Tiene un objetivo político: cada enredo en el código produce múltiples empleos gubernamentales y muchas oportunidades para conceder favores especiales a cambio de un precio. La simplificación del código probablemente reduzca el nivel general de corrupción, pero también que enfrentará resistencia.
Ahora parecería que los brasileños han agotado su paciencia en lo que se refiere a la tolerancia tributaria. Aunque en el horizonte no se vean todavía recortes impositivos, la clase política intuye claramente que las alzas de impuestos son poco populares y pueden resultar muy caras en las urnas.
Otra deficiencia estructural son las elevadas tasas de interés vigentes en Brasil, que elevan sensiblemente el costo de capital. No obstante, hay que destacar el proceso de continua bajada que vienen experimentando en los últimos años, gracias a la inflación controlada y al paulatino saneamiento de las arcas públicas.
El costo Brasil
Estos son algunos de los elementos que integran el llamado “costo Brasil”, que comprende un conjunto de ineficiencias estructurales que perjudica la competitividad de los productos brasileños y que pueden ser un freno a la inversión. Al costo tributario y financiero se agregan la legislación laboral, el déficit de infraestructura, el déficit en educación y salud y los costos burocráticos derivados de un exceso de reglamentación.
En el terreno de la legislación laboral, los costos sociales que tienen que asumir las empresas (seguros sociales, formación profesional, etc.) superan el 100% del salario. En cuanto a las relaciones laborales, éstas todavía están dominadas por la intervención gubernamental a través de los “estatutos”, que dejan poco espacio de maniobra a la negociación colectiva. En caso de conflicto, mecanismos tales como comisiones paritarias, mediación o arbitraje, son todavía poco utilizados.
En cuanto a las infraestructuras, la inversión en energía eléctrica fue inferior a las necesidades de expansión. Ello conlleva frecuentes apagones, así como otras deficiencias del suministro eléctrico. Es de esperar la apertura de nuevas centrales térmicas, que suplan el actual déficit energético. Las telecomunicaciones están mejorando, tanto por el incremento del número de líneas telefónicas como por el desarrollo de redes de transmisión de datos a alta velocidad. No obstante, las tarifas siguen siendo elevadas y el servicio no siempre es tan bueno como sería deseable.
La red ferroviaria ha quedado al margen de las inversiones públicas y privadas y en la actualidad presenta un estado deplorable. Apenas es utilizada para el transporte de pasajeros y queda restringido su uso para el transporte de materias primas de origen mineral. Casi todo el transporte terrestre se hace a través de camiones y los costos de transporte en Brasil son bastante superiores a la media del mercado internacional.
Además, el país todavía no está en condiciones de poner en práctica los sistemas de logística adoptados en los países desarrollados. Ello compromete el esfuerzo del sector productivo a los estándares de competitividad y calidad internacionales. Los costos de estiba también están por encima de los parámetros internacionales. Así, para la carga y descarga de containers, el costo medio unitario en los grandes puertos brasileños oscila entre los 320-350 dólares.
El costo de reglamentación excesiva se refiere a la cantidad de tiempo y recursos dedicados al cumplimiento de los requisitos fiscales, laborales, comerciales, ambientales, entre otros, que expresan normas de control que el gobierno impone. Los continuos cambios en la legislación provocan una sensación de inseguridad jurídica que afecta las relaciones internas del sector privado y crean costos de transacción elevados.
La incertidumbre en cuanto al cumplimiento de los contratos trae ineficiencia a la economía y conlleva comportamientos que se distancian del respeto a las normas legales.
Macroeconómicamente hablando, Brasil logró cifras positivas de balanza de cuenta corriente a partir de 2003, situación que se ha mantenido. Sin embargo, otros parámetros de la balanza de pagos, como la cuenta capital, siguen manteniendo situaciones deficitarias, lo que explica que las clasificadoras de riesgo asignen sólo ligeras mejorías en su evaluación.
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