14 de julio de 2008
La ciencia de predecir el comportamiento de las variables financieras se ha vuelto últimamente casi un arte, una suerte de cartomancia. Y una de las razones por las que está costando hacer predicciones es porque cuesta entender exactamente lo que está pasando.
Se habla de desaceleración de las economías desarrolladas y de subas en las tasas de inflación. También se habla de serias dificultades en grandes y pequeños bancos y casas de bolsa. Hasta se sabe que los dos principales bancos suizos, UBS y Credit Suisse, se encuentran con dificultades. Simultáneamente, la paridad dólar-euro se encuentra estancada y los precios de casi todas las materias primas no paran de subir.
Tratemos de adivinar algo sobre el futuro de la inflación mundial. Si bien parece ser un elemento de preocupación en Europa y Japón, no parece serlo en los Estados Unidos. A pesar de la mala influencia que son para la inflación el dólar débil, las bajas tasas de interés y los altos precios de los productos primarios, la amenaza de una inflación elevada parece lejana.
El crecimiento de los salarios es prácticamente inexistente. Sin aumento de los salarios, los mayores precios de la energía y de los productos alimenticios tienen un efecto deflacionario, ya que los consumidores se ven obligados a reducir el consumo de otros productos más prescindibles.
El mercado parecería estar confirmando esta hipótesis de que la inflación americana no se dispararía. Normalmente cuando existe la precepción de alza en la inflación, los precios de los bonos del Tesoro (emitidos a tasas fijas) tienden a bajar. Fue lo que sucedió en las anteriores crisis petroleras (1973/74 y 1977/80), cuando la inflación en los Estados Unidos superó el 10% anual y el rendimiento de los bonos se elevó dramáticamente.
Sin embargo, ahora que los precios del crudo también se dispararon, el precio de los bonos no se desplomó, lo que sugiere que los inversores no ven un futuro próximo con una inflación alta y prologada en el tiempo. En los años ’70 se cometieron errores de política monetaria que, desde la asunción de Paul Volcker en la Reserva Federal en 1979, parecería que han quedado definitivamente desterrados.
De lo dicho no se debe concluir que los bonos del Tesoro americano no sufrirán oscilaciones en sus precios. Las habrá, aunque es poco probable una caída brusca como hace 30 años. Se puede concluir, entonces, que estos papeles serían un refugio contra el fuego misilístico que se ha desatado.
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