9 de junio de 2008
El pasado 30 de abril la agencia de calificación de riesgo Standard & Poor’s (S&P) elevó la calificación de la deuda soberana brasileña. La deuda a largo plazo en moneda extranjera fue pasada de BB+ a BBB-, mientras que la deuda a largo plazo en moneda local pasó de BBB a BBB+. Brasil entró en la categoría de “grado de inversión” con una perspectiva “estable”, lo que le abre las puertas para recibir inversiones de grandes fondos de inversión internacionales, sólo habilitados a invertir en aquellos mercados de bajo riesgo.
Por la misma fecha, la calificadora Fitch había dado el grado de inversión a Brasil y a Perú. Ahora, sólo tres países de Latinoamérica tienen el grado de inversión dado por dos calificadoras: Brasil (BBB- estable), México (BBB+ estable) y Chile (A+ estable).
Un comunicado de S&P dijo que el aumento de la nota a Brasil “refleja la madurez de sus instituciones, así como su marco de políticas, que se evidenció con la reducción de la carga fiscal y de la deuda externa y con la mejor tendencia de sus perspectivas de crecimiento”. Agregó que “se aprecia una trayectoria bastante predecible de pragmatismo en la implementación de política fiscales y de manejo de la deuda”.
Para el analista de ABN Amro, Siobhan Manning, el éxito brasileño se debe a que el país adoptó políticas monetarias y fiscales ortodoxas y amigables con el mercado. Brasil llevó la inflación a niveles internacionales, mejoró la estructura de su deuda e incrementó su liquidez internacional. Simultáneamente, afirmó el sistema democrático pluripartidista y redujo la pobreza y la desigualdad, mediante incrementos en el empleo formal y en los salarios.
¿Por qué a Uruguay, que también ha hecho progresos, no se lo ha valorado de igual manera? Es evidente que las vulnerabilidades uruguayas ante situaciones de stress económico o financiero siguen siendo altas.
Un reciente informe del banco chileno CorpBanca señala que “una de las principales debilidades de la economía uruguaya sigue siendo su gran vinculación con los vaivenes de la economía de Argentina”, a lo que se agregan, en el frente interno, “ciertos desequilibrios que amenazan con afectar la estabilidad macroeconómica y, con ello, el potencial de crecimiento del país en el largo plazo”, como la alta proporción de deuda pública sobre PBI y el bajo nivel de inversión.
Todavía se debe remar mucho para volver al status que el país perdió en 2002.
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