21 de abril de 2008
Anoche tuve un sueño. Soñé que era niño y que mi mamá me había mandado a la Conaprole con dos botellas a hacer la cola para comprar la leche tarifada y escasa. Después me vi yendo con mi abuelo a una carnicería que quedaba pasando el puente Carrasco. Mi abuelo me decía que en la carnicería del barrio había cuatro cortes locos. Ellos se habían comprado un freezer (toda una novedad para la época) para congelar la carne que compraban “extramuros”. De paso, entramos en un Manzanares y compramos un par de botellitas de yogur. Me pareció raro que no nos preguntaran de qué gusto las queríamos. Después me di cuenta que no había “gustos”. A la vuelta pasamos por la casa de una tía que vivía en el Cordón hacía muchos años en la misma casa. Escuché algo de que el dueño la quería desalojar pero no podía porque ella se había amparado en el RAVE (o algo así). Habíamos salido ese día porque mi abuelo tenía un Impala con chapa terminada en número par y era el día que podían circular los autos pares. De noche, me vi cenando a la luz de un farol a mantilla Aladdin que habíamos comprado en la tienda de Samuel en el Chuy (ese día había “restricciones” en mi barrio). Mi madre estaba molesta porque la telefonista le había dicho que había tres horas de demora para hablar con su hermana que vivía en Castillos. Los adultos hablaban de los trastornos que les causaban los precios y salarios tarifados. Pero yo estaba feliz con mi nueva bicicleta Caloi (también comprada en lo de Samuel en el Chuy).
Quizá a algunos de los que hayan leído el cuento anterior les haya parecido pura ficción. Pero muchos otros saben que todo eso pasó efectivamente en Uruguay, en una época en todo estaba hiper regulado. Ir al Chuy o a Livramento cada tanto a hacerse un surtido no era nada extraño. Ir a Buenos Aires a comprarse vaqueros en Eduardo Sport en el barrio del Once, tampoco.
En 1947 el país creó el Consejo Nacional de Subsistencias y Contralor de Precios con la finalidad, entre otras, de asegurar el abastecimiento y la normal distribución de los artículos de primera necesidad, pudiendo llegar a regular sus precios. Más tarde, en 1968, se creó la Comisión de Productividad, Precios e Ingresos (Coprin), entre cuyas finalidades estaba la de “fijar precios máximos a los bienes y servicios manifiestamente esenciales o convenientes para el consumo popular”.
Ahora, el director nacional de trabajo, Julio Baraibar, ha salido a decir que “habría que controlar los precios de los productos de la canasta básica”, como forma de contener a la inflación. Esta opinión es apoyada por el director del Instituto Cuesta Duarte del PIT-CNT, Ruben Villaverde, que cree que el Estado debe intervenir en los mercados, ya sea retornando a la época de algunas entidades testigos, ya sea con un control de precios.
Las experiencias de control de precios pasadas y presentes han demostrado claramente ser ineficaces para el control de la inflación. Basta ver la actual situación de Venezuela o, incluso, de Argentina. Lo curioso es ver cómo hay ideas que nunca terminan de morir.
2 comentarios:
Lei atentamente su articulo y me quede pensando porque no ir mas alla con la regulacion antes de darla por perdida.
El problema de la Coprin fue que Pacheco no la acompa~no con regulacion de la produccion. Cuando se regulan los precios hay que ademas obligar a producir y a verter al mercado todo lo que se produce para que las empresas no generen desabastecimiento y hagan caer la regulacion tomando a la poblacion como reen. La unica salvaguarda que se les debe dejar es no estar obligados a producir a perdidas, pero mientras les deje un margen, tienen que hacerlo y vender todo lo que tienen.
Un saludo cordial y ojala lo publique,
Mauricio.
Obligar a producir? Eso era de los países detrás de la Cortina de Hierro, no?
Suena a los primeros años de la Revolución Soviética, con los Comisarios del Pueblo controlando todo y obligando a que cada agricultor y cada fábrica cumpliera con su "cuota" para la Revolución, Mauricio.
Parafraseando a Montaldo, hay utopías que aún después de casi 100 años no terminan de morir.
Publicar un comentario