Y si ganara Obama...

Las elecciones primarias en los Estados Unidos están que arden, sobre todo en el Partido Demócrata. Y, debido a esta ajustada competencia, los candidatos del partido opositor han sacado a relucir programas con tintes populistas o demagógicos.

El plan económico del candidato Barack Obama, de medio centenar de páginas, incluye iniciativas como la revisión en profundidad del acuerdo de libre comercio con Canadá y México (NAFTA), firmado por el presidente Clinton en 1993, mayores requisitos y garantías las relaciones comerciales con China y el compromiso de hacer todo lo posible para impedir que las grandes empresas de Estados Unidos sigan llevándose puestos de trabajo al extranjero.

Si bien Obama apoyó el tratado de libre comercio con Perú, declaró que le “siguen preocupando Panamá y Colombia”, países con los cuales Estados Unidos ha firmado tratados que se encuentran pendientes de ratificación por parte del Parlamento. Mencionó áreas específicas de preocupación: los nexos entre políticos y paramilitares y el derecho de los trabajadores a “reunirse y protestar en paz”. En su programa afirma que se opondrá a tratados como el firmado con América Central, que no favorecen el “trabajo sano” ni las buenas prácticas en materia medioambiental.

A pesar de sus propuestas que demuestran reticencia con respecto al libre comercio internacional, hay analistas como Mario Vargas Llosa que ven en Obama un líder “capaz de transmitir un mensaje de esperanza, de confianza en el sistema y en el futuro”. Vargas Llosa piensa que Obama es la única persona capaz de sacar al país del “período de mediocridad, confrontación y desgarramiento” que ha estado viviendo.

También hay quienes dicen que una cosa es ser candidato y otra gobernante. Cuando se llega al poder no todo lo que se dijo se puede hacer. Fue lo que le sucedió a Clinton en 1993, que había prometido recortar las tasas impositivas de la clase media.

Lo cierto es que, si el Partido Demócrata llegara al gobierno y, en particular, si Obama fuera el presidente, ya no habría tanta fluidez en el trato hacia los países emergentes. El tren difícilmente vuelva a pasar, al menos para Uruguay.

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