La crisis no mató a King Kong

Hasta 1870 el Reino Unido era la primera potencia económica mundial. Controlaba aproximadamente el 24% del comercio mundial. Esa hegemonía fue paulatinamente decayendo, dejando el primer lugar a los Estados Unidos. Ya a fines de la década de 1890 Estados Unidos superaba al Reino Unido en el nivel de producción.

A pesar de ello, la nación europea continuó manejando la economía internacional hasta el estallido de la Primera Guerra Mundial. Esta guerra fue el principio del fin de la hegemonía inglesa. Y en fin definitivo sería la Segunda Guerra Mundial. Europa y Japón quedaron devastados económicamente y Estados Unidos supo aprovechar la situación.

Pero las guerras quedaron atrás y tanto Europa como Japón se recuperaron rápidamente. Pese a ello, Estados Unidos continúa siendo la economía más grande del mundo y el dólar americano sigue siendo la unidad monetaria más utilizada internacionalmente.

A la luz de algunos hechos que han sucedido en los últimos años, algunos economistas creen que el predominio de la economía americana está llegando a su fin. Estados Unidos se ha convertido en el mayor deudor a nivel mundial, en parte porque compra más en el extranjero de lo que los extranjeros compran a Estados Unidos y, en parte, por el continuo déficit en el presupuesto del gobierno federal.

Hay quienes piensan que un síntoma de esa “enfermedad terminal” de la que estaría padeciendo el país del Norte es la crisis en el mercado hipotecario que estalló este año. Sin dudas, este fue el hecho más relevante ocurrido en el plano económico e hizo saltar varias alarmas.

Por diversas razones, desde hace muchos años el americano medio ha querido tener su casa propia. De los casi 110 millones de familias, solamente alquila su vivienda el 31%. En el restante 69% hay un 22% de propietarios que no tiene deudas hipotecarias y un 47% que sí compró su casa con una hipoteca. De ese 47% de familias endeudadas, apenas el 8% está en el segmento llamado “subprime”, que es donde se han concentrado las dificultades. En valores monetarios, de los 5.900 millones de dólares que conformaban el total de la cartera hipotecaria a diciembre del 2006, solo el 12%, era en hipotecas subprime.

Ahora, ¿por qué un hecho que involucra a nada más que el 8% de las familias americanas se convirtió en el fenómeno económico del año? ¿Por qué se dice que este problema sería el síntoma de una enfermedad más grave? Para los Nostradamus de siempre, el aumento de la morosidad en sector crediticio de menor capacidad de pago dejó al descubierto cuán irreal es la vida del americano, cuán por encima de sus posibilidades vive.

La inmensa mayoría de las familias tiene cuantiosas deudas, con las que han financiado la compra de sus casas, de sus autos y han gastado con tarjetas de crédito varias. Ese boom de consumo, financiado por el sistema bancario, habría inflado artificialmente los precios de las propiedades, generando una burbuja que terminó por explotar.

Pero, para otros, esa demanda de créditos fue alentada por el propio sector financiero y por muchos inversores ávidos de nuevos negocios y buenas rentabilidades. En el afán de generar nuevos productos y mejorar los retornos de los activos, muchos intermediarios crearon nuevas modalidades de captación de recursos que resultaron ser muy ingeniosas, pero opacas y, a la larga, muy poco seguras. Quizá haya sido una falla en la regulación, pero lo cierto es que la mayoría de los bancos tuvo que contabilizar pérdidas millonarias.

A raíz de este fenómeno, la principal preocupación del gobierno y de la Reserva Federal dejó de ser el combate a la inflación y pasó a ser la lucha contra una posible recesión. Se otorgó más crédito a los bancos y las tasas fueron bajadas en tres oportunidades.

Pese a toda esta turbulencia, la economía sorprendió en el tercer trimestre con un crecimiento del 4,9% anual. El principal impulso vino de las exportaciones, que crecieron 10,5%. También aumentó el consumo privado 3% y el gasto del gobierno 2,7%, aunque bajaron las importaciones y la inversión.

Si bien los datos del pasado parecen no reflejar la crisis, ciertamente hay preocupación por el futuro. Hay temores de recesión y de aumento de la inflación. En noviembre el IPC aumentó 0,8%, llevando la inflación de los últimos doce meses a 4,3%, el avance más fuerte desde un alza igual en junio del 2006 y por encima de la subida del 4,1% que esperaban los analistas.

A raíz de estas turbulencias, es posible que Estados Unidos salga herido. Pero todavía falta mucho tiempo y mucha munición para bajar a King Kong del Empire State.

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